miércoles, 10 de octubre de 2007

Guatemala Ayer y Hoy


Antigua Guatemala

Mientras la noche cubre lentamente la imagen del volcán de Agua, las luces de
los faroles empiezan a iluminar las calles de la Ciudad de Santiago de los Caballeros.

Tonos grises empiezan a teñir la ciudad. La fuente del Parque Central ya está iluminada y arroja torrentes de agua de los pechos de sus sirenas. La calma con que algunas parejas caminan por la plaza y el paso parsimonioso de un par de vendedores de chachales parecen ajenos a ese temblor que empieza a estremecer los bares un poco después de las 21:00 horas.

La cena ha sido justa, dejando siempre el espacio para que alguna bebida tonifique mi cuerpo, invitándome a balancearme junto con el instructor de salsa en El Afro. Parece mentira, pero la sangre latina no me indica bien los pasos y las turistas extranjeras se deslizan con mayor precisión y soltura en la pista. El eco de los tambores empieza a sentirse afuera y un grupo de jóvenes ingresa con ritmo y sabor, mientras el calor agrupa a los bailarines en la barra.

Después de esa tumultuosa sensación es preferible salir y respirar un poco de aire puro. Pese a la enorme cantidad de carros estacionados en las aceras, la tranquilidad que propicia la arquitectura de La Antigua es perceptible. Unas cuantas calles después, el arco de Santa Catarina atrae como una especie de imán invertido, así es que por qué no llegar hasta Macondo y saborear una cerveza helada mientras la música, completamente distinta a la anterior, me transporta años atrás y las pantallas de los televisores presentan a Pink Floyd, eternamente joven en el escenario.

Al regreso, la Plaza Mayor parece ser el sitio preferido de todos aquellos que después de la una aún insisten en trasnochar, y mientras camino rumbo al hotel el eco de las risas parece borrar de mi memoria los cuentos que narran que en esas empedradas calles a veces se escucha el resonar de cadenas.


Las ruinas de Santa Clara

son la primera parada de la expedición. Después de cancelar los dos quetzales de entrada, vislumbramos ese retablo ultrabarroco, que Diego de Porres diseñara con tanta magnificencia como fachada del templo.

Pese a lo importante de la explicación, no deja de sorprenderme la imagen de los canaletes construidos en lo alto de los muros y todo el complejo sistema de recolección de agua existente en este tiempo. Después el recorrido continúa hacia San Francisco El Grande, que se apresta a recibir a los visitantes con ventas de velas, dulces típicos y estampitas del milagroso Hermano Pedro. Antes de entrar a recorrer las ruinas, decido visitar su tumba, y luego recoger una hoja de esquesúchil, el árbol que ha crecido como brote del que plantara inicialmente en el Calvario hace más de tres siglos.

Las ruinas de San Francisco permiten divisar vestigios de pinturas y tallados en yeso, de los pocos que todavía se conservan. Sus terrazas tan grises y agrietadas contrastan con lo verde de la vegetación que sirve de fondo, y la cúpula de la Escuela de Cristo renace de entre las ramas para que la cámara no se olvide de llevarse un recuerdo suyo.

Al salir de ahí, la Casa de los Gigantes, una venta de antigüedades y artesanías, me invita a meterme a su mundo de imágenes de santos de madera y piedra.

Antes de dirigirme para Capuchinas, me distraigo con la conversación de unos turistas que, frente a una escuela de español, discuten sobre el plan de estudios. Mientras camino rumbo a otro destino me doy cuenta de que aunque frecuentemente disfruto de la magia antigüeña, pocas veces entiendo lo que ahí sucede. Cada casa es ya un comercio y, valiéndose de la audacia y del ingenio, se han implementado hostales, cafés de Internet, tiendas de curiosidades, librerías, escuelas de español. A cada paso me encuentro con una diversidad comercial y cultural, que se entremezcla con la religiosidad de las iglesias y las piedras de las calles que piden que la lluvia caiga y refresque su acalorada textura.

La costumbre y la falta de información hace que, en ocasiones, se olvide que muy cerca del casco urbano de La Antigua Guatemala se encuentra una serie de destinos, igual de mágicos, que esperan abrirnos sus tesoros.

Frente a la iglesia de San Francisco se encuentra la llamada Calle de Los Pasos. Este camino, además de conducir al Calvario, es la salida para dirigirse a la aldea de San Juan del Obispo. Este destino, aunque poco conocido, permite pasar un día diferente sin estar dentro de la ciudad, pero sin perder ese aire colonial y de historia que la gente busca al ir a Sacatepéquez.

El desvío para ingresar a San Juan del Obispo se encuentra a 7 kilómetros de la salida de La Antigua, a mano derecha, por una calle adoquinada. El principal atractivo es el Palacio Arzobispal, construido en 1533. Se levanta en un terreno que Pedro de Alvarado regalara al obispo Marroquín al llegar a estas tierras.

En la actualidad es administrado por las Hermanas de Bethania, quienes sin objeción alguna permiten que los turistas ingresen a conocer las instalaciones. Pedro de Alvarado fue quien diseñó el Palacio. Para su edificación se empleó la llamada ³construcción pastel², hecha con una mezcla de cal, harina, leche y huevos.

Al ingresar veremos un amplio patio colonial con su infaltable fuente al centro. Esta sección que da la bienvenida fue reconstruida en 1940 por Monseñor Mariano Rossell y Arellano, quien conservó el diseño original. Esta parte del convento, como lo llaman las monjas, se utiliza como casa de retiro espiritual.

Al final del pasillo se encuentra una puerta de madera, que da paso a la sección más antigua de la construcción. Un segundo patio de menor tamaño alberga las habitaciones y la capilla del obispo Francisco Marroquín.

En el recinto que antes fuera el comedor se encuentran las primeras imágenes religiosas traídas a Guatemala, las cuales datan de los siglos XIII y XIV. Cristos, santos y ángeles nacidos de las manos de artesanos españoles pueden ser admirados. En el antiguo despacho hay en perfecto estado algunos muebles que pertenecieron a Marroquín y a Rossell.

El recorrido culmina en la capilla privada del Obispo, decorada en madera y filigrana, posee lienzos del apóstol Santiago y la Virgen de La Merced. Las bancas y candelabros muestran el fino trabajo de los primeros artesanos que habitaron el país.

Al llegar a la salida, se encuentra una pequeña venta de recuerdos, imágenes, veladoras y otros artículos de tipo religioso que las monjas venden, para ayudar a la conservación del templo. Si el visitante lo desea, también puede dejar una ofrenda.



San Agustín

Se ha descrito a este bello monumento como poseedor de una arquería de dos pisos. En la actualidad la estructura está arruinada, desaparecieron las arcadas y sólo queda parte de los muros principales. Después de los seísmos de 1751, se recomendó a los agustinos abandonar el edificio.

Tipo de edificio: Monumento en ruinas.
Dirección actual: 7a. Avenida Norte y 5a Calle Poniente, esquina.
Dirección original: La misma.
Uso actual: Parroquia M.H.V.P.
Destino original: Iglesia y convento.

Descripción general: Está ubicado paralelo a la calle que va de la Plaza Central a la esquina de San Lázaro. Tanto la iglesia como el convento ocuparon el lado oriental de una manzana, extensión mayor de la acostumbrada. Al Oeste tenía jardines y una huerta. La fachada se forma de una puerta central con arco de medio punto, decorado con estucos en la parte superior. Cuenta con dos columnas dóricas, adosadas a los lados de la puerta y con un nicho en la parte superior. Tiene ventanas altas de medio punto. Su construcción se atribuye al mulato liberto Juan Pascual, que era arquitecto. Tenía una cúpula de modesta altura, que se dañó en 1751 y, a raíz de ello, se autorizó bajar los muros a la altura de las ventanas, que es como se encuentra en la actualidad.


Parroquia de San José

Fue este el templo donde autoridades eclesiásticas, civiles y militares, se daban cita para escuchar las misas celebradas, después o antes de sucesos importantes, durante la Colonia, pues era la Catedral de la Capitanía. Aún sigue en uso. Antes de éste ya habían sido construidas otras dos catedrales, que fueron destruidas.

Tipo de edificio: Iglesia Catedral.
Dirección actual: Plaza Mayor.
Dirección original: Plaza Mayor.
Uso actual: Parroquia M.H.V.P.
Destino original: Iglesia Catedral.

Descripción general: Iglesia de cinco naves, cuyo atrio principal está orientado hacia la Plaza Mayor y otro lateral (Sagrario), hacia el Colegio Tridentino. Posee ocho cuadros del Apostolado, de Juan Correa; un cristo crucificado, de Quirio Cataño; un quetzal disecado y un sagrario de concha nácar. Fachada tipo retablo con tres calles y tres cuerpos (el tercero se derrumbó durante el terremoto de 1976). Es un monumento habilitado a la vista pública (MHVP). El primer edificio data de 1529, el segundo de 1542 y el actual de 1813.


Festividades

Guatemala es un país en constante fiesta. Si no son las celebraciones religiosas son las festividades civiles o las locales, pero seguro que coincidirá con alguna celebración donde disfrutará del espíritu festivo característico de los guatemaltecos. De entrada, todos los días domingos son vividos como día de fiesta en todas las regiones. Es el día de descanso, el día de baño y el día para ponerse las mejores prendas y dar un paseo con la familia, la pareja o con los amigos. El año comienza con la celebración de día 1 de enero, del Año Nuevo. El día 6 la festividad de los Reyes, menos espectacular que en España. El Carnaval, antes de que inicie la Cuaresma con el Miércoles de Ceniza, es una fiesta en la que suele haber desfiles de carrozas, espectáculos populares, danzas y música, sin faltar los disfraces de los más pequeñines. El Miércoles de Ceniza, se vive con gran respeto y devoción. Es en estas fechas cuando comienza la temporada alta de turismo, que suele coincidir con la celebración de la Semana Santa. Los días santos, del Jueves al Domingo, son días festivos en todo el país. El 1 de mayo, como en todo el mundo se conmemora el Día de Trabajo, mientras que el 30 de junio se celebra el Día de las Fuerzas Armadas, en recuerdo de la Revolución del año 1871. Durante los meses de julio y agosto Guatemala recibe a una buena cantidad de turistas por lo que la vida de los habitantes, de los principales sitios turísticos, se vuelve más animada. El día 25 de julio es la fiesta de la Ciudad de Antigua y el 26 de Chimaltenango. El día 15 de agosto tiene lugar el Festival de Guatemala, cuando la capital se convierte en una gran sala de fiestas. Después, el 15 de septiembre se conmemora el Día de la Independencia, una fiesta oficial que coincide con las Fiestas de Quetzaltenango. El mes de octubre, el día cuatro, se abre con las fiestas populares en Panajachel, que se prolongan hasta el día 12, cuando se conmemora el Día de la Raza. El 20 de octubre se recuerda la Revolución del año 1944. El 1 de noviembre, el Día de Todos los Santos, es el preámbulo para celebrar el Día de los Muertos, cuando los guatemaltecos acuden a los cementerios para rendir memoria a sus difuntos. El 8 de diciembre la fiesta de la Virgen de la Inmaculada Concepción es vivida con devoción en todo el país, mientras que se preparan las festividades navideñas. El día 24 por la tarde y el 25 de diciembre, Día de Navidad, son días festivos. El día 28, el Día de los Inocentes, es la Fiesta Popular de Livingstone, en el Mar Caribe. El ciclo festivo termina con la noche del 31 de diciembre a la espera del Año Nuevo.

costumbres

Guatemala tiene una población de aproximadamente 9 millones de habitantes, de los que, más del 50% pertenecen a alguno de los 22 grupos de indígenas, descendientes de los antiguos mayas. Los mestizos o ladinos son el siguiente grupo en importancia, seguidos de un minoritario grupo de raza blanca de origen europeo. En la costa del Caribe sus habitantes, de raza negra descendientes de los esclavos importados durante la colonia, mantienen sus tradiciones de raíces africanas. Los guatemaltecos, en general, son gente que otorga a la amistad un valor muy alto, además de contar con un muy buen humor y una gran generosidad que se manifiesta en sus constantes gestos hospitalarios. En cuanto a la expresión de sus sentimientos son más bien reservados, por lo que pueden parecer, en un primer momento, seres tímidos. Los indígenas, con un pasado de constante explotación e injusticia, suelen desconfiar de los extranjeros, incluso de los ladinos. Pero se trata de una actitud razonable y que, después de establecer un primer contacto, se muestran curiosos y atentos. Son gente, en pocas palabras, de una sola pieza. Le aconsejamos que si desea tomar una fotografía en algún mercado o en alguna fiesta religiosa, lo haga con discreción. Una sonrisa sincera es una buena herramienta. Para los guatemaltecos la fiesta, algunas tradiciones mayas y la religión católica, con elementos autóctonos, son realidades que dirigen su vida y su comportamiento. Los guatemaltecos están muy orgullosos de su pasado indígena por lo que conservan sus costumbres. En los mercados las relaciones que se establecen en todas las transacciones no se reducen a un simple intercambio, sino que en ellos se pone en juego conceptos como la necesidad y dependencia de todos y cada uno de sus miembros. La música es otro de los elementos que está presente en la vida de los guatemaltecos. Por todos lados siempre hay alguna radio encendida o bien, algún músico en

No hay comentarios: